Ante todo, obviamente está el desconsuelo familiar y de los seres queridos de quién ya no está, lo cual es irreparable. Seguidamente, el impacto sobre el ámbito patrimonial y sucesorio. Mientras menos ordenados y documentados los asuntos financieros y legales de la persona repentinamente fallecida, mayor es el impacto negativo para sus seres queridos, sus socios, sus clientes, sus proveedores y sus empleados.
En algunos casos la persona que está en riesgo de muerte y/o contagiada, es sometida a un aislamiento extremo. Inclusive puede quedar totalmente incomunicada con quienes deberían recibir información esencial como claves de acceso, ubicación de activos, datos de personas clave de contacto o deudas no documentadas, por citar solamente algunos ejemplos.
Todo lo que la persona manejaba en su cabeza y sin participar a nadie puede quedar en un peligroso limbo que perjudique a su familia y a quienes interactuaban con él. Algunos activos y/o información, inclusive, podrían perderse para siempre o por largo tiempo, si es solamente la persona fallecida quien sabía de su existencia o ubicación.
En un proceso, en cuya primera etapa escuchábamos de lejos los casos y las consecuencias arriba descriptas, en otros países donde primero pegó fuerte la pandemia; al actual, donde ahora ya sucede entre nuestros allegados y/o conocidos, no es de extrañar que en América Latina el COVID haya pasado a ser el principal “disparador” para iniciar una reorganización del patrimonio.
De hecho, en base a las entrevistas que tuvimos durante el último año calendario –273 entre abril de 2020 y abril de 2021- con clientes y prospectos interesados en reestructurar y planificar sus patrimonios, observamos que el factor “fiscal/impositivo” representaba 8 de cada 10 casos al comienzo del período, con una abrumadora mayoría de personas residentes en México y Argentina. Actualmente, la misma relación casi se mantiene (8 de cada 10), pero siendo el COVID y sus consecuencias, el disparador para hacerlo. Los interesados fueron mayormente de países donde la pandemia se desarrolló con dureza: Perú, Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina y México, en ese orden.
En los países desarrollados es normal y forma parte de la cultura, organizar el patrimonio mediante documentos de ordenamiento familiar, testamentos, directivas médicas anticipadas y fideicomisos o trusts familiares, además de comunicar a personas de confianza el cómo debe actuarse ante un fallecimiento, incapacidad o larga ausencia. Queda a la vista que en América Latina aún seguimos movilizándonos en estos temas importantes, solo cuando estamos (casi) al borde del abismo.
Mariano Sardáns
CEO de FDI
FDI gerencia patrimonios y brinda soluciones que permiten eficientizar y proteger los bienes de sus clientes. Se encarga desde la instrumentación de las plataformas que necesitan sus clientes para manejar sus saldos transitorios, hasta la ejecución de sus inversiones, pasando por la planificación financiera, tributaria, sucesoria y la estructuración de los vehículos legales para proteger sus bienes.