“Las disputas familiares no están circunscriptas a grandes patrimonios, sino simplemente al hecho de que haya activos o dinero de por medio.” opina Mariano Sardáns, CEO de FDI.
Muchos de nosotros hemos vivido, o al menos nos ha tocado experimentar de cerca, conflictos relacionados con el patrimonio familiar. Cuando no son problemas entre padres e hijos, los conflictos suelen darse entre hermanos, o con los hijos de estos. Las disputas familiares no están circunscriptas a grandes patrimonios, sino simplemente al hecho de que haya activos o dinero de por medio. En la mayoría de los casos donde el dueño del patrimonio no está en condiciones de manejarse por sus propios medios, existe un `familiar designado` para administrar los bienes. Es sobre esta persona que, tarde o temprano, recaen todas las culpas por parte del resto del grupo familiar. En muchos casos terminan en demandas judiciales por malversación o estafa, cuando en realidad el `pobre designado` sólo hacía lo que podía, dentro de su saber y entender. Desde hace años existe un vehículo legal que brinda una solución a este problema, donde el `designado` ya no necesita ser un familiar, sino un profesional que actúa en beneficio del dueño del patrimonio, cumpliendo sus designios y deseos. Éste vehículo se denomina fideicomiso de administración y sucesión y al profesional se lo llama fiduciario. Correctamente estructurado, el fideicomiso es el vehículo apropiado para proteger todos los activos y bienes de la familia, para optimizar la carga tributaria y para establecer la planificación sucesoria y hereditaria deseada. De ahí la importancia de que en esta tarea también participen el abogado, el escribano y el tributarista que ya asesoren a la familia. Los familiares pueden cumplir el rol de `revisores de cuentas`, pueden pedir las explicaciones pertinentes y hasta demandar en caso de que lo crean conveniente. El uso de esta herramienta es una solución cada día más utilizada para mantener la armonía familiar.