Ayer, 14 de febrero, fue el día de los enamorados. Tanto quienes pueden festejarlo como aquéllos que ya no tienen a su pareja, o que aún no la han encontrado, hemos sido bombardeados por mensajes sobre romanticismo, amor eterno y perfecto.
Ya desde la época de los filósofos griegos, se discutía si las cosas eran inmutables y eternas (como sostenía Parménides) o si todo era cambio constante (postura opuesta de Heráclito de Éfeso con su recordada frase “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río”). Como con tantas cosas, lo más probable es que la verdad esté en algún justo medio entre ambos extremos.
Las parejas de adultos que viven juntos generan consecuencias que trascienden lo meramente sentimental. Matrimonio, unión civil, unión convivencial o la simple convivencia de hecho, traen inevitables ramificaciones patrimoniales para los integrantes de la pareja.
Aquéllas van desde compartir vivienda, gastos o ahorros, hasta la confusión patrimonial casi total, pasando por situaciones intermedias o temporarias. Sea que este “matrimonio patrimonial” provenga de los hechos o del derecho, lo cierto es que existe y no puede ser ignorado. Los patrimonios de los integrantes de la pareja están bien lejos de ser “agua y aceite” y se ven rápidamente mezclados. Cada pareja encuentra su propia dinámica patrimonial.
Pero, ¿qué sucede cuando la relación se termina, es decir cuando las cosas ya no son como eran? Por frío que suene, suele ser mucho más fácil desenredar los sentimientos que poder hacer distinción de qué es “tuyo”, qué es “mío” y qué es “nuestro” desde lo patrimonial. Máxime ante una posible ruptura traumática.
Si (como dice el refrán) las cuentas claras conservan la amistad, ¿por qué no aplicar lo mismo en la pareja? Llevar un mínimo registro de quién puso qué o cuál fue el acuerdo económico del momento puede servir para hacer más fácil, justo y hasta menos doloroso el desarmado de ese patrimonio mixto. La vida de cada uno seguirá, y lo ideal es que lo sea con tranquilidad y en paz.
Si, por el contrario, la pareja dura “hasta que la muerte los separe”, esa claridad de números servirá para posibles fines sucesorios o para transparencia familiar, especialmente en estos tiempos de familias ensambladas con hijos “míos, tuyos y nuestros”.
Conocé más sobre nuestro Servicio de Finanzas Familiares
Saludos,
Juan Cruz Acosta Güemes
Director de FDI.
Gerenciadora de Patrimonios