En diálogo con PERFIL, políticos y economistas rechazaron la idea de dolarizar y cuestionaron su eventual efectividad para resolver problemas de fondo. “Locura”, “absurdo” y “mala idea” fueron algunos de los términos usados para argumentar en contra de la medida.
“Si bien este Gobierno perdió bastante credibilidad, no me parece que necesite la dolarización como único camino”, aseguró Diego Ferro, argentino que trabaja en el fondo de Wall Street Greylock Capital. Y agregó: “Ese mecanismo solo es necesario cuando es la última vía, porque ya no se puede establecer ninguna otra forma de credibilidad de política monetaria, y hoy la situación no es esa”. Federico Furiase, director de EcoGo, señaló a PERFIL que “sin disciplina fiscal, con bajo nivel de reservas, problemas estructurales de competitividad e inercia inflacionaria, la dolarización sólo pone los problemas debajo de la alfombra”.
“Después el ajuste es más agresivo”, argumentó. En una tónica similar, el CEO de la gerenciadora de patrimonios FDI, Mariano Sardáns, respondió: “Me parece una locura, porque perdés política monetaria y cierta flexibilidad que te da la soberanía de moneda, además ya lo probamos”. Además, Sardáns alertó que un sistema de paridad con el dolar o incluso de dolarización implicaría el cierre de empresas, “que no podrían bajarle el sueldo a sus empleados”.
Martín Alfie, de la consultora Radar, utilizó su cuenta de Twitter para referirse al tema: “Qué locura sería dolarizar. No tiene sentido. Casi todos los países de la región (y del mundo) tienen monedas propias, regímenes que funcionan bien. No hay que inventar la rueda, hay que hacer bien las cosas”, escribió.
Dentro del arco político, Débora Giorgi (exministra de Producción del kirchnerismo), fue contundente: “La dolarización de la economía elimina grados de libertad imprescindibles para que la política monetaria y cambiaria determinen dos precios claves: tasa de interés y tipo de cambio”. Desde el radicalismo, Ricardo Alfonsín le aseguró a este medio: “Ya sabemos cómo terminó la convertibilidad y la posibilidad de adoptar el dólar como moneda propia es aún peor, porque implica pérdida de margen para gobernar y las consecuencias serían gravísimas”.
Incluso el ex funcionario Juan Llach, quien participó del Gobierno de Carlos Menem durante la convertibilidad, aseguró en una entrevista con la revista 3 Días: “Es una mala idea, sería agregar una ridigez a la economía”. José Luis Espert, economista ultraliberal con posiciones que suelen ser disruptivas, apoyó la decisión del Gobierno de salir a desmentir los rumores: “Bien por el gobierno. Es absurdo. Hay un montón de reformas que hacer antes. No tener moneda, como hoy, es consecuencia de cosas que hay que dar vuelta antes. Y si las hacés, tal vez puedas tener monedas”.
Por su parte, Felipe Solá aprovechó el tema para apuntar directamente contra el Gobierno: “Ni convertibilidad, ni dolarización. Ustedes dijeron que era sencillo bajar la inflación. Pues, háganlo o cambien el plan económico. Nosotros le presentamos un programa para enfrentar la crisis”.