Fecha: 23 de julio, 2018
En una Argentina en la que reina el cortoplacismo, en la que las soluciones de hoy parecen ya no servir mañana y en la que, en materia económica y financiera, las crisis se suceden con secuencias casi perfectas, hablar de planificación financiera a 20 o 30 años, de ahorrar poco, pero sin interrupciones para alcanzar un objetivo que está varios años más adelante en el calendario, puede parecer una broma del día de los inocentes.
Pero no. Más allá del contexto, y más aún en situaciones tan volátiles y cambiantes como las que se esperan para este segundo semestre del año, impera imponerse metas de ahorro personales.
Constancia y metas preestablecidas. Esa es la recomendación más escuchada por los expertos tanto en inversiones como en planificación de la etapa del retiro laboral. Es que, muy por el contrario de lo que pasaba en la época de padres y abuelos, hoy la cantidad de años que un hombre o una mujer sobrevive a la edad de jubilación de 65 años puede ser de 20 o hasta 30 años. El objetivo: tener las cuentas lo mejor ordenadas posible para que, mientras la salud acompañe, puedan disfrutarse intensamente y sin preocupaciones financieras.
“Es cierto que, en medio de la volatilidad, es más desafiante tomar una decisión, pero el impulso de un plan de retiro tiene un horizonte que va más allá de las circunstancias de corto plazo”, plantea Alejandra Naughton, CFO de Grupo Supervielle. Y avanza: “A la hora de decidir en qué ahorrar es muy importante tener en cuenta el tiempo por delante para sostener la inversión y siempre reinvertir las ganancias”.
Martín Leal, profesor de UADE Bussines School, habla de la necesidad de que se creen las condiciones de largo plazo que garanticen los incentivos para que las sociedades ahorren en su retiro. “Lo fundamental para el ahorro es que exista una tasa de interés real positiva, que premie la postergación del consumo. Si las alternativas de ahorro conservadoras que estén disponibles pierden contra la inflación, no existirá una tasa de ahorro relevante para el corto ni el largo plazo”, advierte. “Desde el punto de vista regulatorio la Argentina dio un paso adelante al permitir la deducción impositiva de planes privados de fondos de retiro y de seguros de vida con capitalización. Si bien aún no se explicitaron los montos máximos de desgravación, son instrumentos que pueden incentivar una mayor planificación de futuro en los individuos”, confía Leal en referencia a los cambios introducidos por la nueva Ley de Mercado de Capitales.
“La situación económica actual no solo no debe cambiar los planes, sino que refuerza el concepto de que es necesario dedicarse a la planificación del retiro y hacerlo de una manera diversificada. Esto es no invertir solo en activos argentinos en pesos, sino también en dólares y pensar en activos del exterior para diversificar”, aconseja por su parte Diego Martínez Burzaco, director de MB Inversiones.
Esteban Pereiro González, portfolio manager de HSBC Argentina, hace también un llamado de atención sobre la necesidad de privilegiar el largo plazo por sobre los vaivenes actuales. “Si estamos hablando de un plan de retiro, el análisis debe estar asentado en variables de largo plazo, y no si en un determinado mes la tasa de interés en pesos está en 40 o en 30 por ciento. Por supuesto que existen momentos en los que la coyuntura del mercado puede permitir tomar ventaja de estas situaciones y mejorar el rendimiento de la cartera de inversiones. Pero no hay que perder de vista que esta cartera tiene que estar armada pensando en el largo plazo e ir acomodándose progresivamente al acortamiento de los tiempos para el retiro y luego a las nuevas necesidades posretiro”, define.
Cambiar el chip
“En toda América latina se ve un comportamiento similar de los profesionales y trabajadores activos. En general, en la clase media y media alta, que es la que tiene la posibilidad de proyectar un ahorro por mínimo que sea y que son quienes se van a encontrar con el problema a la hora del retiro, se percibe poco interés o sensibilidad por el estado patrimonial a largo plazo. Hoy veo que ese segmento prioriza el consumo presente lo cual tiene, creo, su base en dos aspectos: por un lado se cree mucho en el Estado proteccionista y por el otro, no hay confianza, porque el Estado más de una vez actúa de forma confiscatoria. Ambas atentan contra un ahorro planificado y constante a largo plazo”, describe Gabriel Basaluzzo, director de la Licenciatura y Maestría en Finanzas de la Universidad de San Andrés, en una primera semblanza del argentino promedio frente al desafío de pensar o no en su futuro como jubilado. “Los anglosajones, en cambio, son más conscientes de la responsabilidad propia sobre el futuro patrimonial para el momento del retiro”, agrega.
También docente universitario y acostumbrado a tratar tanto con alumnos a punto de salir al mercado laboral como con profesionales en actividad que van por su segunda carrera o su posgrado, Leal, de UADE Bussines School, subraya la importancia de tomar conciencia sobre el tema. “El principal motivo por el cual es importante tener un plan de acción desde joven es la incertidumbre”, dice.
“La incertidumbre fundamental es durante cuánto tiempo esa persona va a tener que vivir de los ahorros generados durante su etapa activa. Asumiendo una edad jubilatoria estándar de 65 años y una expectativa de vida cercana a los 85 años hacia 2050, el desafío es financiar 20 años de vida con un déficit de ingresos. Sin embargo, dado que estamos hablando de promedios, no será muy inhabitual encontrar personas centenarias. Y más años vividos implica también mayor necesidad de financiamiento, con gastos crecientes en medicina y cuidados básicos”, lanza.
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Actualmente, en la Argentina, el haber jubilatorio máximo (actualizado en el mes de junio) es de $59.314 al mes, pero hay que recordar también que rige un tope sobre el cual se hacen aportes jubilatorios que es de $ 91.523 mensuales, lo cual en algún momento hará aún más profunda la brecha o el gap a cubrir.
Tomando como base la cuenta más sencilla y de números redondos: un trabajador activo que cobra unos $ 100.000 va a recibir $ 59.300 cuando se jubile y deberá completar el resto con ingresos que genere de otro lado si pretende seguir con el mismo estándar de vida. En el mejor de los casos, y tomando como referencia el 82 por ciento móvil, la cifra mágica sería de $ 82.000 mensuales, para lo cual aún debería “agregarle” a lo que reciba de la seguridad social $ 22.700. Pero serían $ 40.000 los extras para llegar al mismo ingreso.
Estos cálculos son lo que se conocen como “tasa de reemplazo”, es decir, la relación que hay entre la jubilación que recibe un individuo en comparación con su último salario cuando estaba en actividad. Permiten ver a golpe de vista qué porción del salario “reemplazará” la jubilación. En el ejemplo anterior la tasa de reemplazo sería de 59,3 por ciento.
De este cálculo teórico para arriba, las diferencias son cada vez más grandes porque el haber máximo a recibir como jubilación es el mismo (por el tope al aporte) pero el sueldo que mes a mes recibe el ejecutivo y le permite mantener un determinado estándar de vida es 20, 30 o 50 por ciento más elevado.
“Cuanto más joven se empieza a ahorrar, mayores serán los resultados del ahorro generados con mucho menos esfuerzo”, pone sobre la mesa como primera recomendación Mariano Sardáns, CEO de FDI Gerenciadora de Patrimonio. No por muchas veces escuchada y leída la premisa es puesta en práctica con regularidad. Más bien, todo lo contrario.
El esfuerzo que tenemos que hacer para llegar a una meta a los 65 o 70 años arrancando a los 30 es sustancialmente menor a la que tenemos que hacer para llegar a la misma meta si empezamos a los 40,50 o 60 años que, en muchos casos se vuelve imposible. Esto es gracias al efecto de la tasa compuesta. “La recomendación más importante -dice Sardáns- es plantearse una estrategia de ahorro y sumarle disciplina y sacrificio para cumplirla”.
Deja un tip que no falla: separar en el momento que se cobra el sueldo el monto que se ha decidido ahorrar y no al revés. “Nos terminamos amoldando a vivir con el resto que queda. En los Estados Unidos, es muy habitual que a determinada fecha del mes (sobre los primeros días) se descuente de la cuenta sueldo el monto que preestablecimos para ahorrar”. Para los metódicos, y mucho más para los olvidadizos, las tecnologías hoy ayudan –y mucho– a poder llevar un plan ordenado.
La realidad, claro, no siempre va de la mano con las teorías. “Los jóvenes que hoy tienen entre 20 y 22 años son conscientes de los riesgos de las inversiones y también de las dificultades económicas que experimentan las personas en edad adulta. La mayoría son nativos tecnológicos y pueden comenzar a plantearse la necesidad de una seguridad financiera futura. Lamentablemente es bastante común que sus objetivos y perspectivas se enfoquen en plazos con horizontes de cinco a 10 años”, cuenta Rifat Lelic, director del Departamento de Economía y Desarrollo Profesional del ITBA. “En algunos casos, no todos, da la impresión de que sienten más cercana la necesidad de la compra de un auto o un departamento que un plan financiero que los contenga en la edad jubilatoria. El apoyo extracurricular en las casas de estudios y la generalización en el uso de las herramientas que ofrece la tecnología les abren una ventana de oportunidad difícilmente accesible antes. Además, es importante tener presente que los millennials incorporan, consciente o inconscientemente, sus valores en las decisiones de inversión, lo cual conduce a discriminar entre los activos disponibles”, añade.
Un plan constante
La estrategia financiera para llevar a cabo durante un largo plazo debe planificarse minuciosamente, con algunos lineamientos generales inalterables, aunque de ninguna manera quiere decir que no se va a revisar periódicamente. Todo lo contrario.
“Estamos en un momento en el que el consumo aspiracional, el status, le gana al ahorro. Lo ideal sería ahorrar e invertir al menos el 10 por ciento del ingreso mensual, porque el riesgo de no hacerlo es llegar al momento de la jubilación sin activos para cubrir el gap entre lo que se va a recibir del Estado y lo que efectivamente se necesita para vivir”, plantea Basaluzzo.
Idéntica advertencia es la de Leal, de la UADE: “La decisión que más atenta contra el resultado final es el desvío de fondos hacia otros fines. En una era marcada por la exaltación del presente, y con estrategias de neuromarketing cada vez más precisas, las personas sufren impulsos de consumo permanentes que las pueden desviar de la realización de otros objetivos más importantes, como lo es el retiro”.
“La principal razón en favor de una temprana planificación financiera del retiro es simplemente matemática. Se le atribuye a Albert Einstein haber dicho que el interés compuesto es la octava maravilla del mundo. En pocas palabras, el concepto es simple de entender. Cuanto más temprano una persona empieza a ahorrar e invertir, el resultado de esas inversiones se irá reinvirtiendo a su vez con el tiempo. De esta forma, será necesario menos tiempo para llegar al objetivo deseado o una menor intensidad de ahorro a lo largo del camino”, explica Pereiro González, de HSBC Argentina.
Marcelo Elbaum, gerente de Inversiones Institucionales de Allaria Ledesma y economista experto en planificación, también remarca la preponderancia del corto plazo sobre el largo que impera en la sociedad actual: “Cotidianamente los deseos inmediatos les ganan con holgura a las metas de largo plazo, que se van posponiendo hasta que la crisis se instala y, por supuesto, ya es demasiado tarde. Por lo tanto, hay que ahorrar desde temprano, no solo para no formar parte del club de los arrepentidos en la vejez, sino porque además es el mejor negocio. Si una persona destina cierta suma mensual a un fondo de inversión entre los 18 y los 26 años, por ejemplo, y deja que el dinero se multiplique solo sin agregar más, a los 65 años tendrá una suma idéntica a la de quien haya ahorrado ininterrumpidamente entre los 35 y 65 años”.
Grafica el tablero con unos cálculos que no dejan lugar a dudas ni malos entendidos: si, por ejemplo, se ahorran $ 100 mensuales entre los 18 y los 26 años, y no se deposita más dinero a partir de ese momento, a los 65 años se tendrán $ 595.000. Pero si se comienza a los 35 años, para llegar a esa suma a los 65 es preciso depositar $ 285 mensuales. Además, en el primer caso se habrán depositado solo $9600 y en el segundo, en cambio, $ 102.000.
“Es recomendable que el manejo de inversiones para el retiro sea delegado en profesionales y el motivo no será que estas personas puedan ser más precisas en sus predicciones de largo plazo, sino todo lo contrario. Debido a que saben que no existe tal precisión es que toman diversas herramientas y tipos de análisis para que la cartera de inversiones se vaya ajustando a los cambios estructurales que puedan producirse en la economía y los mercados financieros”, recomienda Pereiro Gonzalez.
“En un marco teórico, una cartera de inversiones pensada para el retiro debería ir mutando de mayor a menor riesgo a medida que se van reduciendo los años hasta la llegada de la jubilación”, añade, y subraya que “en un país como la Argentina, la reducción del riesgo no se da solo a la hora de elegir los activos de inversión sino que también se tiene en cuenta la moneda. La cartera ideal es la que cubra de la pérdida del poder adquisitivo, nos provea de liquidez periódica durante el retiro y que a la vez mantenga una volatilidad acotada”.
Alejandro Bianchi, gerente de Inversiones de InvertirOnline.com, remarca que, cuando se trata de pensar en el momento del retiro, “lo más importante es entender los riesgos, el horizonte y las rentabilidades esperadas de los distintos instrumentos donde uno irá haciendo sus inversiones”. Y advierte: “Debido a la capitalización compuesta, la inflación y la devaluación, la diferencia entre simplemente guardar el dinero en el colchón versus invertirlo, e invertirlo en un instrumento que compense la inflación y devaluación o no, puede generar diferencias sustanciales en el largo plazo”.
“Por ejemplo, si miramos lo que pasó en los últimos 10 años podemos ver que la inversión en un bono argentino en dólares superó todo, seguido por una inversión en un ETF como el SPY que sigue a las 500 mayores acciones de los Estados Unidos y luego por el Merval (medidos en dólares). Y a pesar de ser las alternativas más utilizadas por los argentinos, guardar dólares en el colchón o invertir en plazos fijos han quedado bastante por detrás”, explica Bianchi.
Los datos son elocuentes y ponen en blanco sobre negro que, tener un plan, aun en un país en el que las reglas cambian tan seguido, es mucho mejor que andar a la deriva.