Un enfoque integral en este proceso permite no solo maximizar el valor de los bienes, sino también asegurar que estos sean transmitidos conforme a nuestros deseos y de la manera más eficiente posible.
Por Juan Cruz Acosta Güemes
Entender qué poseemos y cómo organizamos esos activos no solo influye en nuestra tranquilidad financiera, sino también en el legado que dejamos a nuestros seres queridos. La planificación patrimonial se presenta como una herramienta esencial para ordenar y proteger lo que hemos construido, asegurándonos de que todo esté estructurado y blindado de acuerdo con nuestras preferencias y valores.
Entender la esencia de la planificación patrimonial es fácil si se recuerdan unas pocas preguntas y se encuentran las respuestas para cada caso.
Así como “patrimonio” es “¿qué poseo?”, “planificación patrimonial” es:
- ¿Cómo lo poseo?
- ¿Dónde lo poseo?
- ¿Cómo lo protejo?
- ¿A quién se lo dejo?
El primer paso en la planificación patrimonial es identificar lo que poseemos. Aquí no solo hablamos de cuentas bancarias o de inversión o inmuebles, sino de un conjunto más amplio de activos tangibles e intangibles. Dentro del patrimonio pueden incluirse propiedades como viviendas, terrenos, vehículos, joyas y obras de arte, pero también activos no físicos como derechos de autor, acciones, seguros de vida y activos digitales. Definir qué conforma nuestro patrimonio nos ayuda a tener un panorama claro de nuestra capacidad financiera actual y de lo que queremos hacer con ese conjunto de activos en el futuro.
Saber qué poseemos es solo el principio. La siguiente pregunta es: ¿cómo lo poseemos? En este contexto, es crucial analizar la estructura legal y fiscal de nuestros activos. Existen diferentes formas de titularidad —individual, conjunta, sociedades, fideicomisos—, cada una con implicaciones legales, tributarias, operativas y sucesorias distintas. La planificación patrimonial debe identificar la estructura más eficiente para cada tipo de activo, optimizando la protección y minimizando las cargas fiscales.
La ubicación de los activos no es un aspecto menor. El lugar donde se encuentran nuestros bienes tiene un impacto significativo en aspectos tributarios, legales y de protección. Poseer un inmueble en un país extranjero, tener cuentas en distintos países son factores que deben ser considerados. La planificación debe tener en cuenta las jurisdicciones aplicables, las normativas locales y los tratados internacionales que pudieran afectar el tratamiento o la transmisión de los bienes. Un enfoque estratégico en este aspecto puede evitar conflictos de jurisdicción y asegurar una transferencia eficiente a los beneficiarios.
La protección del patrimonio no solo se refiere a resguardarlo contra pérdidas financieras, sino también a protegerlo de eventuales litigios, acreedores o incluso de la sobreexposición fiscal. Aquí es donde entran en juego instrumentos como fideicomisos, seguros y estrategias de estructuración legal. Un fideicomiso, por ejemplo, puede actuar como un escudo legal para ciertos activos, preservando el control y el beneficio económico mientras se limita la responsabilidad. Asimismo, los seguros, tanto de vida como de activos específicos, son herramientas que garantizan la integridad financiera de los bienes en caso de imprevistos.
Finalmente, llega la cuestión de la sucesión. La planificación patrimonial eficiente permite decidir cómo y a quién se le transferirán los activos cuando llegue el momento. Esto no sólo implica redactar un testamento, sino considerar otros mecanismos como fideicomisos, donaciones en vida y estructuras de planificación sucesoria que distribuyan los activos de acuerdo con las necesidades y deseos del titular. Involucrar a los herederos y beneficiarios en este proceso puede facilitar la transición, evitando conflictos familiares y problemas legales, aunque los asesores debemos estar listos para ayudar a familias que tengan otras dinámicas.
La designación de tutores para menores, el establecimiento de condiciones para recibir la herencia o la planificación para discapacitados son ejemplos de cómo la planificación patrimonial se adapta a cada circunstancia personal.
La planificación patrimonial va mucho más allá de un inventario de activos acumulados. Implica reflexionar sobre qué poseemos, cómo lo poseemos, dónde lo tenemos, cómo lo protegemos y a quién se lo dejaremos. Un enfoque integral en este proceso permite no solo maximizar el valor de los bienes, sino también asegurar que estos sean transmitidos conforme a nuestros deseos y de la manera más eficiente posible. En última instancia, la planificación patrimonial no solo trata de dejar un legado económico, sino de garantizar la continuidad y el bienestar de quienes más nos importan.
Los asesores especializados recibimos la confianza de nuestros clientes en este tema tan esencial y debemos estar en condiciones de ayudarlos a transitar todo el proceso, advirtiéndoles siempre que no hay soluciones mágicas ni perfectas. Por el contrario, toda solución implica priorizar algunos factores por sobre otros, y debemos explicar eso en forma muy clara a nuestros clientes.
El autor director de SFI Servicios Fiduciarios
Fuente: Infobae