Fecha: 20 de noviembre, 2020
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“El punto de partida de la caída es con las medidas del 15 de setiembre pasado. Ahí hay múltiples impactos que (sin contar las turbulencias cambiarias que generaron) impactaron sobre la confianza de los depositantes y en la demanda de dinero”, destaca Amdrés Mendez, titular de AMF Economía.
A partir de ese efecto generado, los depósitos en dólares se tradujo en un retiro de fondos que actualmente estaría deteniéndose aunque no para el caso de los depósito a plazo en divisas que promedian un descenso semanal de U$S 40 millones. o sea, corrimiento hacia colocaciones más líquidas.
En el caso de los depósitos a plazo en pesos, a partir de mediados de setiembre no se registró crecimiento nominal (y menos real) y permanecen en los niveles de aquella época. Ni siquiera registraron un crecimiento vegetativo que sería acumularle al capital los intereses que se van generando.
La conducta de los depositantes en dólares estuvo gobernada por el temor a que sus fondos fueran utilizados para otros fines, algo que a la fecha se va disipando.
En el caso de los depositantes a plazo en pesos, Méndez ve también un corrimiento hacia la liquidez, pero además un requerimiento de mayores tasas de interés que el mercado de bonos captó perfectamente.
De mediados de setiembre a la fecha, los bonos actualizables por BADLAR que tenían una TIR equivalente a la tasa de un plazo fijo minorista, elevaron el retorno en casi un punto porcentual mensual (de 2,7% a 3,5% mensual). Los plazo fijo siguieron con su rendimiento inalterable hasta hace unos días atrás, cuando elevaron su rendimiento al 3,0% mensual. O sea, quedaron desequilibrados en su rendimiento frente a la fenomenal “tormenta” que operó a partir de mediados de setiembre.
“Las tasas más atractivas de otros instrumentos como obligaciones negociables, títulos públicos indexados o dolarizados, y acciones, tientan a los inversores a salir del plazo fijo, a su vez, los precios rezagados de la construcción (en dólares), y algunos productos de la economía que incipientemente comienzan a incrementar su demanda, también estarían generando este impacto de baja”, afirma Hernán Schvarz, titular de la consultora ETR.
“Hay una desesperación de la gente por refugiar sus pesos en el activo que sea que lo proteja en su poder adquisitivo, y si es posible dolarizarlo. Es un tema de desconfianza de la economía, entonces la gente huye del peso como sea, la reacción es como en los ”80, desde comprar autos hasta alimentos no perecederos”, precisa Mariano Sardáns, CEO de FDI.
Cuenta que viene de una reunión con 20 empresarios que venden bienes durables (desde electrodomésticos, maquinas herramientas, ladrillos, hierro y cemento) que no paran de vender.