Los bonos argentinos resurgieron a partir de la reclasificación del país como emergente e iniciados los desembolsos del FMI. Lo más probable es que continúen subiendo de precio hasta quizás mayores niveles de los que tenían a comienzos de año.
Lo que me conmueve más y me preocupa de los eventos de las últimas semanas es la cantidad de riqueza que se destruyó. Si bien hay algunos millonarios y varios de clase media acomodada, fueron muchos más los cientos de miles de pequeños inversores que vendieron desesperadamente sus bonos. Lo hicieron a precios “de remate”, y por casos como este es que se usa esa expresión para acentuar el grado de “locura” de alguien. Los precios que recibieron no sólo reflejaban la caída en las cotizaciones, sino que también incluían los amplísimos spreads (diferencias entre precios de compra y venta) que se amplificaron en el fragor de la crisis.
Hablamos de pérdidas de más del 30% para aquellos que tenían bonos corporativos o provinciales. Pérdidas que quizás nunca más recuperen o que les llevará mucho tiempo hacerlo. Y acá no existen unos pocos que salieron justo antes de que empiecen a caer los bonos a comienzos del año y que luego entraron esta semana pasada antes de que empiecen a subir de nuevo; eso es sólo un mito que alimentan los que no saben cómo se maneja el mercado o quienes venden “humo” autoproclamándose gurúes financieros.
Lo que sí está claro es que las pérdidas de unos son las ganancias de otros. En el medio, están los que se quedaron con las grandes ganancias: los muchos bancos y sociedades de bolsa, en el país y en el exterior, que se hicieron la fiesta actuando como dealers (comprando para y vendiendo desde cartera propia). Digo muchos y no todos. Muchas entidades financieras actuaron cumpliendo su rol de intermediarios, y doy fe que hicieron lo que pudieron para intentar que sus clientes salieran lo menos lastimados posible.
La crisis cambiaria que vivió Argentina en las últimas semanas fue otro más de los muchos eventos financieros que vamos a transitar en nuestras vidas. Ojalá todos hayamos aprendido algo de todo esto. Especialmente, que el tener una estrategia de inversión de largo plazo te evita el padecimiento emocional de estas circunstancias y potencia tus inversiones, porque te permite aprovechar las oportunidades que te dejan “servidas” quienes no tienen un plan y viven del cortoplacismo.
Por eso recordá siempre esta máxima:
“La clave pasa por definir la estrategia de largo plazo, la cual nunca debe estar afectada por eventos de corto.”
Espero te sirva. Gran abrazo,
Mariano Sardáns
CEO de FDI
Gerenciadora de Patrimonios
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