Cuando se junta un gastador compulsivo y administradores no preparados (para hacerle frente).
La saga en la que están envueltos el actor Johnny Depp y sus administradores deja en claro la gran dificultad del primero y la posible falta de idoneidad de los segundos, si no para administrar, al menos para negarse a convalidar “gastos” que perjudican al cliente.
El actor y sus administradores se han cruzado demandas. El primero dice que han administrado mal sus bienes y que se han quedado con parte de su dinero, mientras que los administradores reclaman honorarios impagos por la estrella de cine. En el marco de dichos juicios surgen inventarios, rendiciones de cuentas y correos electrónicos que revelan fastuosos gastos del actor (quien emplea nada menos que cuarenta personas y es dueño de fastuosas embarcaciones, automóviles, objetos de arte y hasta islas).
¿Quién podría pensar que un actor que embolsa no menos de veinte (y a veces cerca de cuarenta) millones de dólares por película está en gravísimos problemas financieros? ¿Cómo se llegó a esta situación?
El artista reconoce no tener ningún tipo de experiencia ni conocimiento en el mundo de los números y los negocios y que por eso ha confiado durante años en sus administradores. Éstos aducen que trataron infructuosamente de explicarle a Depp que estaba gastando mucho más de lo que sus ingresos le permitían, pero que él siempre se enfurecía y les ordenaba cumplir con sus mandatos. He aquí gran parte del problema: se trataba de administradores y no de fiduciarios.
Si Depp hubiese tenido un fiduciario profesional, habría dejado de ser dueño y tendría el rol de beneficiario. En otras palabras: el fiduciario tendría la obligación de administrar los activos en beneficio de Depp y nunca en su perjuicio, y eso no solamente le permitiría rechazar pedidos extravagantes del artista, sino que se encontraría forzado a hacerlo. Al tener un mero administrador, y por más que éste levantara tibiamente su voz, la decisión final era de Depp, quien se admite no idóneo para manejar sus negocios y es claramente un gastador compulsivo. Allí puede encontrarse la falla principal. Metafóricamente, si el dueño del bar es un alcohólico y ordena al barman (su empleado) servirle más y más alcohol, todos podemos adivinar cómo va a terminar la historia.
Hablamos de fiduciario profesional para distinguirlo de algún familiar o “amigo del campeón”, que rara vez está en una posición de fuerza frente a quien necesita que lo protejan de sí mismo. Para un gastador compulsivo (y eso se hace extensivo a un ludópata u otra clase de adicciones), el fideicomiso es un verdadero acto en defensa propia y de su familia. No es fácil (y hasta en casos como este puede tildarse de imposible) que la persona cese en su patología. Pero la cosa cambiaría mucho si –reconociendo su peligrosa forma de “administrar” sus bienes- el artista los hubiera puesto bajo control y administración de un fiduciario profesional.
Se nos preguntará: ¿pero entonces Depp debería pedir “permiso” a su fiduciario para usar cada dólar? No, nadie dice eso. El fideicomiso podría contener instrucciones para darle a Depp una suma fija mensual para que gaste como le parezca. El fiduciario (a diferencia de Depp) está legal y contractualmente obligado a administrar los activos idóneamente. Por citar solamente un ejemplo real dentro del caso Depp, sería imposible para el fiduciario aprobar un gasto multimillonario para una ceremonia funeraria de un amigo de la estrella de Hollywood. Cuando la decisión de ese gasto estuvo en cabeza del artista, el dinero se dilapidó.
Este caso permite una reflexión adicional sobre las rendiciones de cuenta o balances que los fiduciarios (y administradores) tienen que preparar. Muchos clientes ven en ellos un gasto innecesario, cuando en realidad es un elemento primordial que brinda máxima transparencia y tranquilidad tanto para el cliente, su familia y para quien tiene a su cargo la administración. Las cuentas claras no sirven solamente para conservar la amistad.
Saludos Cordiales,
Mariano Sardáns
CEO
FDI – Gerenciadora de Patrimonios
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